Para diagnosticar la artrosis, lo primero que hace el médico es hacer varias preguntas al paciente para completar la historia clínica.
Exploración clínica
Una vez el paciente ha explicado qué le pasa, el médico le hará una exploración clínica para buscar distintos síntomas físicos que pueden haber pasado desapercibidos al paciente y que refuercen la tesis de que puede sufrir artrosis.
El médico observará la reacción del paciente ante movimientos de la articulación afectada y así podrá completar la información que tiene. Gracias a la exploración, el médico puede notar si al paciente le crujen los huesos al hacer un movimiento concreto, si le duele, si sufre alguna deformidad, si el movimiento está limitado o si la articulación está visiblemente inflamada.
Pruebas complementarias para el diagnóstico
Actualmente no existe un análisis de sangre que permita determinar si un paciente padece o no de artrosis. Lo que sí sirve a los médicos para su diagnóstico son las pruebas como la radiografía, la ecografía o la resonancia magnética nuclear ya que permiten ver el hueso, la membrana y los diferentes componentes de la articulación de manera más clara. En estas pruebas complementarias el médico puede ‘ver debajo de la piel’ y así analizar el grado de inflamación o deformidad de la zona afectada.