Los fármacos con los que cuentan los profesionales médicos para el tratamiento de la artrosis podrían agruparse en dos grupos básicos:
- Analgésicos y antiinflamatorios (AINES)
- Fármacos que preservan la articulación (condroprotectores)
Analgésicos y antiinflamatorios son el tratamiento más común: los denominados antiinflamatorios no esteroideos (AINES) se emplean para paliar los síntomas de dolor. Sin embargo tienen efectos secundarios a largo plazo tales como alteraciones gástricas, renales y cardiovasculares, de ahí que no sea aconsejable su empleo a largo plazo para el tratamiento crónico de la enfermedad, especialmente para pacientes con comorbilidades.
El segundo grupo englobaría los fármacos que contienen condroitín sulfato y glucosamina, por separado o en combinación, y las infiltraciones de ácido hialurónico.
Recientemente una institución científica británica, la red Cochrane, ha realizado una revisión exhaustiva de toda la evidencia científica disponible sobre el condroitín sulfato, llegando a la conclusión de que mejora los síntomas, es eficaz y tiene menos efectos adversos que los que producen los antiinflamatorios no esteroideos. A juicio de María Jesús Sanz, presidenta de la Sociedad Española de Farmacología, cuyo congreso nacional se celebra estos días en Valencia, el condroitín sulfato destaca por su ausencia de efectos secundarios y por su efectividad en el tratamiento de la artrosis.
Por otra parte está el ácido hialurónico, que como ya hemos mencionado en post anteriores, ejerce una función de amortiguación sobre la articulación, aunque recientemente se ha investigado que también podrían tener también un efecto modificador de la artrosis. Su efectividad dura algunos meses.
Todos ellos son medicamentos que deberemos tomar siempre bajo el consejo o prescripción de un médico habilitado, en las dosis y con la frecuencia indicadas.