La del hombro es una de las articulaciones más complejas de nuestro cuerpo, ya que en realidad está formada por cuatro articulaciones diferentes: glenohumeral, acromio clavicular, esternoclavicular y escápulo torácica y escápulo humeral. Si además tenemos en cuenta que a menudo llamamos “hombro” a los varios tendones y músculos que permiten el movimiento del brazo, las posibilidades de diagnóstico se multiplican.
Una de las causas más frecuentes de la aparición del dolor de hombro en personas entre los 45 y 65 años suele ser la capsulitis retráctil u “hombro congelado”. Esta se debe a la contractura e inflamación de la cápsula articular. El dolor provocado por la capsulitis se caracteriza por ser constante, empeorando durante la noche o tras el movimiento; puede desaparecer durante periodos cortos, pero dificulta el movimiento.
En personas más jóvenes también, el dolor de hombro puede deberse a la inestabilidad, cuando la cabeza del hombro es forzada a salirse de la cavidad del hombro. Esta inestabilidad puede deberse a una lesión, y suele predisponer a padecer una tendinitis del manguito rotador.
La artrosis de hombro no es una de las artrosis más frecuentes, aunque tal y como sucede con las otras lesiones del hombro, puede aparecer debido al uso y desgaste de la articulación. Por eso puede estar relacionada a una actividad laboral o deportiva. Afortunadamente, su avance es relativamente lento, por lo que si se detecta temprano, mediante el tratamiento y los ejercicios adecuados la calidad de vida de quien la padece puede mejorar significativamente.
En todo caso, si notamos un dolor agudo y persistente, deberemos acudir a un médico para que pueda realizarnos un examen físico y otras pruebas diagnósticas si fueran necesarias (radiografías, ecografías, resonancia magnética…) y determinar tanto el origen como el tratamiento de nuestro dolor.