La rodilla es la articulación más compleja de la pierna y la más castigada debido a diversos motivos como la práctica de deporte en exceso, la obesidad o la falta de entrenamiento regular.
El primer paso para proteger la articulación pasa por fortalecer la musculatura que la rodea, para que sea ella la que soporte la mayor parte de la tensión a la que cada día está sometida con las actividades diarias, y realizar estiramientos que eviten sobrecargas musculares. Los cuádriceps, los gemelos y los isquiotibiales deben estar siempre fuertes.
En personas con artrosis y sobrepeso, poco acostumbradas a la actividad deportiva, es recomendable que realicen actividades de bajo impacto para la articulación, como la natación, gimnasia acuática, caminar a paso ligero con calzado deportivo adecuado o montar en bicicleta, con el sillín a una altura correcta para no ejercer mucha presión sobre las articulaciones de la rodilla.
Otra forma sencilla y fácil de mantenerse activo es realizando una serie de ejercicios para conseguir este mismo objetivo.
El fortalecimiento de los músculos debe realizarse en series de tres, incluyendo entre 8 y 15 movimientos de cada una de ellas. Es importante procurar solo generar tensión y no dolor al contraer el músculo. En el caso de los estiramientos, se aconseja llevarlos a cabo entre 7 y 10 veces, manteniendo la tensión en este tipo de ejercicios entre 5 y 7 segundos. Siempre hasta el punto de tensión, pero sin sobrepasarlo.
Recordamos que este tipo de ejercicios terapéuticos deben realizarse siempre bajo la supervisión de un médico que pueda aconsejarnos si se adaptan a nuestro grado de artrosis y a nuestras capacidades físicas.
Aunque se tenga artrosis, esto no significa que ya no se pueda hacer nada. Todo lo contrario, es mucho lo que se puede hacer para prevenirla, minimizar sus síntomas y superar los problemas de movilidad que causa.