Quien más o quien menos, es posible que algunos hayáis notado alguna vez un pequeño crujido en las rodillas subiendo o bajando escaleras o haciendo ejercicio que implicase flexionar las rodillas. En muchos casos no habrá motivos para preocuparse, pero en otros será necesario poner un poco más de atención en la propia salud articular.
La rodilla es la articulación más grande del cuerpo y, aunque parezca lo contrario, es la que más peso corporal debe soportar. Los componentes que la forman trabajan a diario para garantizar su correcto funcionamiento, siendo en particular el cartílago y el líquido sinovial los que se encargan de lubricar, evitar fricciones y facilitar el movimiento.
Una de las razones por las que crujen las rodillas es la acumulación de gas en el líquido sinovial. Las pequeñas burbujas de aire que se forman pueden explotar o romperse cuando se flexionan las rodillas, produciendo ese ruido característico, indoloro, pero molesto, al fin y al cabo.
Sin embargo, si la crepitación empieza a ser constante y produce dolor, será motivo suficiente para acudir a un especialista, ya que varias causas pueden producir esta dolencia:
- Artrosis: debido al desgaste del cartílago articular, las crepitaciones con dolor pueden ser uno de los síntomas más comunes de esta enfermedad degenerativa crónica.
- Condromalacia rotuliana: por la degeneración de la superficie articular del cartílago que forma la cápsula posterior de la rodilla.
- Lesiones de menisco: son habituales en personas deportistas.
- Síndrome de dolor patelofemoral (SDPF) o rodilla de corredor: por una sobrecarga en la rótula.
La detección temprana de cualquiera de estas lesiones ayudará a frenar y a controlar su progresión. Además, siempre que sea bajo la supervisión de un especialista, se recomiendan tratamientos conservadores, como pueden ser la fisioterapia o las infiltraciones de ácido hialurónico.